domingo, 20 de abril de 2008

LA SERPIENTE MARCHOSA POR TERESA SEVILLA


La serpiente marchosa

Marchosa era una serpiente que se dedicaba a cantar rock y se pasaba la vida dando conciertos en todas la selvas del mundo. Su grupo se llamaba "Las serpes presumidas", y estaba compuesto por cinco miembros (la cantante (Marchosa), la que tocaba la batería(Chimpún), la del bajo(Serpi), la de la guitarra(Trann) y la de los teclados(Clon)).
Ellas vivían en el País de las Notas Musicales; allí todo el mundo se dedicaba a la música (unos a la clásica, otros al blues, los de más allá al jazz ...).
Estaban nuestras amigas de gira por la selva del Amazonas cuando la bajista se perdió.

- Clon: Siempre igual, esta Serpi no aprenderá nunca. Claro se va por ahí de paseo y mira lo que pasa.
- Trann: (temblando como una hoja) Laaa buuuscaaamoos toodaas juuutas, yoo teengooo uuun miieedo espantooosooo.
- Marchosa: ¡De eso nada! Si vamos todas en comandita no la vamos a encontrar nunca, propongo que nos separemos.
- Chimpún: Bien, manos a la obra chicas.

Cuando la Marchosa se quedó sóla se dijo, - ¡buf! ya era hora de que se marcharan, no veía el momento de ir en busca de mi amor -.

Os voy a contar quién era su amado: El año anterior había conocido en el interior de la selva a un hermoso galán, era una boa con unos colores maravillosos, unos grandes ojos y una preciosa lengua bífida, que era lo que más la chiflaba de él.
Vamos a dejar a esta cara dura que siga su camino y a las rescatadoras con su tarea, mientras os narro lo que a la bajista aconteció.
Mientras sus amigas estaban arreglándose para actuar, ella se fue a dar un garbeo por los alrededores, y como había anochecido se perdió en la selva. Dio vueltas y vueltas des­consolada intentando encontrar la salida, y pidiendo auxilio a todo pulmón.

Serpi: ¡Socorrooooo, que alguien me ayudeeee! (llorando a moco tendido) Nadie me oye, no voy a volver a casa en la vida, que sitio tan siniestro ¡buaaaa!.

Al final estaba tan cansada que cayó rendida junto a un árbol y se quedó dormida.

Unos indígenas que acertaron a pasar por allí, aprovecharon la ocasión para llevarla a su aldea, y de este modo, obligarla a tocar para ellos día y noche, ya que les gustaba mucho la música pero nunca se habían dignado a tocar para ellos.

Ella al despertar se encontró rodeada de personas a las que no conocía de nada, en lo más oculto de la selva, que le hablaban de forma extraña. Pero como el lenguaje de la música es universal se las ingenió para comunicarse con ellos tocando una canción en el bajo; de esta manera comprendió lo que querían. No debía parar hasta que ellos se can­sasen, pues si no se la entregarían al dios "Boa" en sacrificio y no tendría la oportunidad de ser su amiga.

- Serpi: (aparte) Yo soy buena, mira que si acabo en las fauces de una boa por no haber venido aquí nunca. Claro no me extraña, esto está tan escondido. Se lo diré con música a ver si me entienden (toca el bajo).

Los indígenas estaban encantados escuchándola, pero cuando apareció el dios "Boa", que resultó ser el galán del que estaba enamorada Marchosa...
Se enfadó muchísimo porque él odiaba la música, aunque gracias a Serpi se calmó, pues se había quedado flipado con su belleza y decidió tomarla por esposa.

La ceremonia fue muy bonita, estuvieron invitados todos los animales de los alrededores, se comió bien, se gastaron bromas ...
Pero faltó la música. Ahora que se había casado no podía seguir con su profesión, el señor Boa se lo había prohibido, su única obligación a partir de ese momento era incubar huevos para darle serpientitas. Ella, que no podía vivir sin la música, se entristeció y deseó con todo su ser volver a ver a sus amigas para que la liberaran de ese tirano.

Lo que ella ignoraba es que los indígenas la habían cogido mucho cariño y estaban dis­puestos a ayudarla. Además de tocar para ellos, les había enseñado su idioma, y ellos en agradecimiento le habían mostrado las danzas rituales que sabían, la habían llevado a cazar, las mujeres la enseñaron a fabricar utensilios ...

Llegó al lugar Marchosa con ansias de ver a su amado, más al enterarse de lo acontecido, se cogió tal berrinche que se enfadó con su amiga.

- Marchosa: ¡Esto es increíble! ¿Pero no me ha quitado el novio? ¿Será desvergonzada? Se va a enterar de lo que vale un peine.
Estaba con estos aspavientos cuando se le acercó un indígena, que debía ser el jefe de la tribu por la de adornos que colgaban de su cuello, y le dijo.
- Indígena: Comprendo que te hayas puesto así. Pero antes has de escuchar lo que tengo que decirte: Tu compañera está muy triste porque este tipo tiene manía a la música y la ha prohibido ejercer su profesión. Nosotros hemos pensado urdir un plan para echarle una mano.
- Marchosa: En ese caso, suéltalo te escucho.
- Indígena: Hay que ir en busca de vuestras compis para montar un gran concierto en la aldea y atar a la boa a un árbol para que no tenga más remedio que oiros sin rechis­tar.
- Marchosa: Me parece una idea genial, manos a la obra, encargaros vosotros de dar con el resto del grupo. Mientras yo lo organizo todo para el gran día.

Al final lograron reunirse todas en aquel lugar; montaron el escenario, se decoró todo con farolillos, se sirvieron zumos hechos de papaya, coco ...
Y dio comienzo el espectáculo que fue todo un éxito, pero que al dios Boa no le gustó nada y tuvo que irse con la música a otra parte.